Romancillo del Cura y la Criada
El cura está malo,
malito en la cama.
A la media noche
llama a la criada.
-¿Qué quier, señor cura,
que tanto me llama?
-Quiero chocolate
y agua limonada.
-Agua no la tengo,
pero iré a buscarla.
Y al llegar al pozo
la soga no alcanza,
Y al pasar l´arroyo
la picó una rana,
la picó con gusto,
la picó con gana.
Y a los cuatro meses
la niña engordaba.
Y a los siete meses
ya se le notaba.
Y a los nueve meses
parió la criada.
Parió un niño hermoso
con teja y sotana.
Y el cura le dijo,
el cura le hablara:
-Llévalo al hospicio.
-No me da la gana:
quiero yo criarlo
como madre honrada;
tengo yo dos pechos
como dos campanas
que derraman leche
como caños de agua.
-Échalo al hospicio.
-¡No me da la gana!
Conde Claros en hábito de fraile
El rey a sus tres hijas, a las tres mandó llamar;
sentadas en silla de oro, les empezó a preguntar:
–¿Cuál ha sido que ha dormido con don Carlos Montealbán?
Entonces la más pequeña ha empezado a llorar.
–Yo he sido, yo he sido, padre. –Cuántas [veces] dormido has?
–Dos he dormido a mi gusto, y otras dos a mi pesar.
–¡Criados, los mis criados, los que estáis a mi mandar,
corred, id a buscar leña para la niña quemar!
–¡Criados, los mis criados, los que estáis a mi mandar,
id a llevarle esta carta a don Carlos Montealbán:
si lo encuentras para misa, no lo dejes allegar;
si lo encuentras almorzando, no lo dejes acabar.–
Cuando el criado llegó, don Carlos pa misa va.
–Toma, don Carlos, la carta, (...................................)
que a tu novia Galancina ya te la van a quemar.
–Si la queman, que la quemen, que a mí lo mismo me da,
que mujeres en el mundo para mí no han de faltar.
–Si no lo quieres creer, las cartas te lo dirán.–
Don Carlos, que lee las cartas, mandó acinchar el robán,
y aquellos campos abajo vestido de fraile va.
–Corre, mi caballo, corre, que hoy te voy a reventar.
–Si me das pienso y cebada, como me los sueles dar,
en una hora y media siete leguas he de andar.–
Cuando don Carlos llegó, ya la iban a quemar.
–Esa niña que ahí queman, la queman sin confesar.
–Confesada ya está ella, no lo quiere declarar.
–Anda, niña, dame un beso, que te libro de quemar.
–No lo quiera Dios del cielo, ni la Virgen, que ahí está:
¡donde Carlos puso el rostro, no lo ponga nadie más!–
La coge por la cintura, la sienta encima el robán.
–Si la llevas por criada, la llevas sin ajustar,
si la llevas por esposa, que vuelva por su caudal.
Adivinanzas:
Se parece a mi madre
pero es más mayor,
tiene otros hijos
que mis tíos son.
Una pregunta muy fácil
sabiéndola contestar,¿qué planta se riega justo,
cuando la van a cortar?